Sea Libre De Ocuparse En El Yo // Pastor Francisco Romero
Versiculo
Romanos 12.2(RVR60)No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Está claro que si deseamos disfrutar libertad en lugar de atadura, gozo en lugar de temor y paz en lugar de ansiedad, entonces necesitamos permitir que Dios nos transforme cambiando el modo en que pensamos para que nuestras mentes sean renovadas mediante el poder de creer correctamente.
No se trata de la modificación de la conducta, lo cual es solamente externo. Estamos hablando de ser transformados por el Señor desde dentro hacia fuera. La modificación de la conducta es sostenida por su propia disciplina, esfuerzos y fuerza de voluntad. Funciona solamente mientras usted siga trabajando. Estamos hablando sobre un cambio que proviene de una transformación interior del corazón sostenida por el poder y el amor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Su poder y su gracia obran mejor cuando dejamos de esforzarnos y dependemos totalmente de Él.
Renueve su mente: ocúpese en Cristo
Dios quiere cambiar nuestro modo de pensar cambiando nuestros pensamientos de la ocupación en el yo a la ocupación en Cristo. Nuestra tendencia humana es estar enfocados en nosotros mismos; en otras palabras, somos propensos a la excesiva introspección y fácilmente susceptibles a llegar a ocuparnos en nosotros mismos en lugar de ocuparnos en Jesús.
Con mucha frecuencia, ni siquiera somos conscientes de que estamos ocupados en el yo. Esto podría estar sucediéndole en este momento. ¿No cree que tiende a estar ocupado en usted mismo? Muy bien, siempre que mira una fotografía en la que haya un grupo de personas, usted mismo incluido, ¿A quién busca usted primero? ¿A su suegra? Claro que no. Se busca a usted mismo.
Nos guste o no, hasta cierto grado todos estamos ocupados en el yo. Desde luego, buscarse usted mismo en primer lugar en una fotografía de grupo no es un asunto serio; la mayoría de nosotros hacemos eso. El problema se produce cuando nuestros pensamientos están centrados en el yo y preocupados con el “yo”, “yo” y más “yo”, mientras que Cristo está notablemente ausente de nuestros pensamientos. Nos hacemos preguntas como: ¿He hecho lo suficiente? ¿Qué pasa conmigo? ¡Tengo tantas debilidades y defectos!
Creo que en muchos de nuestros mayores dolores, luchas y angustias surgen de estar centrados en el “yo”. Estar ocupado en el yo es la razón de muchos de nuestros fracasos y derrotas. Cuando las personas se ocupan en exceso en el yo, se vuelven obsesionadas, oprimidas e inevitablemente deprimidas. La única manera en que podemos ser liberados de la ocupación en el yo es estar ocupados en Cristo. Necesitamos estar ocupados en Aquel que es mayor que nosotros y digno de toda nuestra alabanza y adoración.
Por eso Dios nos dio la Biblia. No es un libro de reglas de cosas que debemos y no debemos hacer. Fue dado para revelar la belleza del Hombre glorificado, Jesucristo, de modo que cuando nuestros corazones estén totalmente absortos y ocupados en Él, encontremos paz, libertad y descanso para nuestras almas cansadas. Jesús dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”(Mateo 11:28, NVI).
Cuando usted está ocupado en Cristo, cada vez será menos tocado por las cosas que mantienen cautivo al mundo. En realidad, ya no importa lo que esa persona diga sobre usted o lo que aquella otra persona piense de usted. Ya no es usted un esclavo de la aprobación y la buena opinión de los demás cuando está establecido y seguro en la aprobación y la buena opinión del Dios todopoderoso, el Creador del universo.
El problema de estar ocupado en el yo
¿Está su mente constantemente llena de pensamientos de cómo ha fracasado, cómo ha fallado y lo indigno que es usted? Eso es sintomático de alguien que está claramente ocupado en el yo. Pensamientos como esos hacen que una persona desarrolle un complejo de inferioridad. Comienza a sentir que no es tan bueno como el hermano de allí o la hermana de allá. Constantemente se menosprecia, pensando: “¿Por qué soy tal fracaso? Ni siquiera puedo controlar mis propios pensamientos. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento siempre tan abatido y deprimido todo el tiempo?”.
Las personas que sufren así siempre están listas para condenarse a sí mismas. Sus mentes están nubladas con negatividad y pesimismo. Por ejemplo, cuando ven a algunos de sus amigos hablando y riéndose, piensan para sí: “Deben de estar murmurando y burlándose de mí por el error que cometí la semana pasada”.En realidad, sus amigos solamente estaban hablando de una película divertida que habían visto el fin de semana.
Sin embargo, debido a que esas personas generalmente albergan pensamientos de inferioridad, proyectan sus pensamientos de inferioridad e inseguridad a cada situación en la que se encuentran. Eso a su vez afecta negativamente a sus amistades y las relaciones con las personas que les rodean.
Ocuparse en el yo, no sólo levanta su fea cabeza en forma de un complejo de inferioridad; también puede manifestarse en el otro extremo del péndulo como un complejo de superioridad. Hay personas que creen que son mejores que todos los demás. Son dolorosamente arrogantes, y creen que sus perspectivas y opiniones son siempre correctas. ¿Conoce usted a alguien así? Bueno, eso también es ocuparse en el yo. Ya sea que se sienta superior o inferior, su enfoque sigue estando en usted mismo, y al final eso le causa un gran dolor, angustia y sufrimiento.
Mientras nuestra mente no esté ocupada en Cristo, todos nosotros podemos sentirnos inferiores a veces, y otras veces sentirnos orgullosos, arrogantes y superiores. Solamente en Cristo experimentará una verdadera transformación y no caminará ni en orgullo ni en falsa humildad, pues ambos extremos son el producto de nuestra carne humana. Cuando estamos ocupados en el yo, nuestra carne es fortalecida y es fea. No es sorprendente que el apóstol Pablo diga: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”(Romanos 7:18).
La buena noticia es que cuando está usted ocupado en Cristo, la carne en usted se vuelve irrelevante y comienza usted a manifestar todos los hermosos y saludables atributos de Jesús de manera inconsciente. El fruto del Espíritu, como amor, gozo, paz y bondad, fluyen por medio de usted sin esfuerzo cuando su mente es renovada y está ocupada en la persona de Jesús.
Hay algunas personas que se sienten muy incómodas cuando utilizo el término “sin esfuerzo”. “¿Qué quiere decir con que no hay esfuerzo?”, argumentan. Mi respuesta es sencilla: un árbol sano da fruto bueno sin ningún esfuerzo, presión ni estrés. Cuando usted está plantado en el terreno fértil de la Palabra de Dios y de su gracia, el fruto de justicia se manifestará sin esfuerzo a causa de su relación con Él. ¡Es inevitable! No puede usted tocar la gracia de Él y no volverse santo, más de lo que puede tocar el agua y no mojarse.
Transformación sobrenatural
Cuando nuestra mente está ocupada en Jesús, no tenemos que intentar ser humildes. En la presencia del Siervo-Rey, nuestros corazones se vuelven transformados sobrenaturalmente, y llevaremos el corazón de siervo de Él. En otras palabras, cuando usted está con Jesús, todo lo que Él es se le pegará.
Sus pensamientos y sus palabras estarán llenos de la fragancia de la dulce presencia y la gracia de Él. Toda su inferioridad y sus inseguridades se fundirán en el maravilloso amor que Él tiene por usted. Es necesario que las personas estén verdaderamente seguras en Cristo para ser capaces de inclinarse y servir a otros con una genuina humildad.
De modo similar, cuando es usted valiente y osado en Cristo y en su amor por usted, no se manifiesta como orgullo y arrogancia carnales, sino más bien como completa dependencia del Dios todopoderoso. Piense en cómo el joven David salió a la carga en el valle de Ela y desafió al gigante Goliat, mientras que el resto de los hombres bien entrenados y maduros del ejército de Israel se acobardaron con temor. ¿Fue eso sencillamente una muestra de bravuconería juvenil, o una dependencia genuina de Dios?
Para el ojo inexperto, David podría haber parecido un pequeño mocoso imprudente, especialmente porque el perdedor de esa batalla cuerpo a cuerpo haría esclava del enemigo a toda su nación. El destino de toda la nación de Israel estaba en juego. Pero sabemos de dónde provienen esas agallas cuando las siguientes palabras valientes de un mero adolescente resonaron por todo el valle: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado”(1 Samuel 17:45, NVI).Por estas palabras podemos decir que el joven David claramente estaba ocupado en el Señor de los ejércitos y no en sí mismo o en sus capacidades.
Cuando sus pensamientos están ocupados en el Señor, ¡usted se convierte en un derribador de gigantes! ¿Hay gigantes en su vida en este momento que necesiten ser derrotados? Al igual que el joven David, ocupe su mente en el Señor, y Dios le llenará de la valentía y la audacia para vencer todas sus adversidades. Escuche las palabras de David en el Salmo 18:29:“Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros”. Permita que estas palabras de fe y de valentía sean establecidas en su corazón. Con Dios de su lado, ¡nada es imposible!
Mantenga sus ojos en Jesús
El ocuparse en Cristo le hace valiente pero no superior, humilde pero no inferior. ¿No es eso muy semejante a Nuestro Señor Jesucristo? Aquí, por tanto, está la clave para estar ocupado en Cristo: Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
—2 Corintios 3:18
Cuanto más tiene su mente, sus pensamientos y los ojos de su corazón fijos en Jesús, más es usted transformado a su imagen de gloria en gloria. ¡Deje de mirarse a usted mismo! Deje de meditar en pensamientos negativos sobre usted mismo y sentirse mal. Aparte los ojos de usted, y mire a Jesús. Su libertad de todo temor, ataque de ansiedad, atadura y adicción se encuentra en la persona de Jesús.
Aunque la guerra espiritual es real y hay un diablo que está ahí para acusarle y condenarle en su mente. Y aunque es necesario entender que hay una batalla por su mente y no ser ignorantes de los juegos mentales del diablo, el diablo nunca debería ser nuestro enfoque principal.
Nuestro enfoque principal y central es Jesús, y solamente Jesús. Dios no quiere que estemos ocupados en el diablo o estemos ocupados en nosotros mismos y nuestra carne. Quiere que ocupemos nuestra mente en Jesús. Jesús es la respuesta a todo nuestro dolor, angustia y luchas.
Entender la carne
La carne en nosotros puede producir todo un abanico de emociones y pensamientos, desde derrota, celos, avaricia y lujuria hasta enojo, inferioridad, condenación y arrogancia. Mientras estemos en este cuerpo físico, la carne está activa en nosotros.
Pero podemos regocijarnos porque cuando Jesús murió en la cruz, la Palabra de Dios nos dice que Él “condenó al pecado en la carne”. Todos los pensamientos negativos y emociones tóxicas de la carne ya han sido juzgados y castigados en la cruz. Ahora podemos experimentar victoria sobre la carne mediante el poder de la cruz.
Puede leer todo sobre la batalla del apóstol Pablo con la carne en Romanos 7:18-19:“Y yo sé que en mí, esto es, en micarne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”
¿Observó cuántas veces las palabras “mi” y “mí” se mencionan solamente en los dos versículos anteriores? Estoy seguro de que muchos de ustedes pueden identificarse aquí con el apóstol Pablo en su batalla con la carne. Es una lucha que todos libramos cuando estamos ocupados en nosotros mismos y haciendo guerra con la carne que está dentro de nosotros. Es una vida de vejación, angustia, derrota y desesperación. No es ahí donde Dios quiere que usted viva. Un creyente no vive en el capítulo 7 de Romanos.
Por medio de Cristo Jesús, deberíamos estar viviendo en el capítulo 8 de Romanos. Sigamos leyendo y descubramos cómo fue libre Pablo de esta esclavitud del yo.
Tan sólo unos versículos más adelante, Pablo clama: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”(Romanos 7:24). La respuesta, amigo mío, se encuentra en una persona, y Pablo nos dice que esa persona es Jesús: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”(Romanos 7:25).
Solamente nuestro hermoso Salvador, Jesucristo, puede librarnos de la carne; y en Cristo podemos pasar al primer versículo del capítulo 8 de Romanos, que proclama: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Es ahí donde debiéramos vivir como creyentes del nuevo pacto. No en el dominio de la constante lucha y desesperación, sino en el dominio de la no condenación y la victoria.
Cada vez que un mal pensamiento, una imaginación malvada o una tentación llegue a su mente, véase usted mismo en Cristo, en quien no hay absolutamente ninguna condenación. Me encanta el capítulo 8 de Romanos, porque comienza con ninguna condenación en Cristo y termina con ninguna separación del amor de Cristo: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. —Romanos 8:35, 37-39
Nada podrá separarle del amor de Cristo. Por eso Dios no quiere que usted viva bajo una nube de culpabilidad y condenación. Él ya le ha hecho más que vencedor en Cristo. La victoria ya ha sido ganada en la cruz. Ocuparse en el yo como se demuestra en el capítulo 7 de Romanos, evitará que disfrute usted de la vida que Dios le ha dado. Le hará ser perpetuamente consciente dónde ha errado al blanco y de que no ha llegado a la altura debida.
Libertad de la condenación
¿Ha conocido a personas que están siempre oprimidas y deprimidas? Pueden estar en Hawai rodeadas de palmeras, olas que vienen y van y la puesta de sol más hermosa, y seguir perdidos en sus propios pensamientos depresivos.
Si eso le describe usted, quiero que sepa que Dios quiere hacerle libre de esa dolorosa existencia. Cuando su corazón y su mente están llenos de Jesús, la carne no tiene poder alguno sobre usted.
Malos pensamientos, deseos y emociones puede que intenten acusarle, pero cuando su corazón y su mente están ocupados en Jesús, esos pensamientos y emociones carnales no tienen ningún poder sobre usted, y se escurren como si fuesen agua sobre los lomos de un pato.
Ni siquiera se sentirá culpable y condenado por tener esos pensamientos, sentimientos y emociones porque sabe que, en Cristo, la carne no es usted. Jesús es su nueva identidad, y no la carne. Permita que le dé un pasaje para respaldar eso. La Palabra de Dios proclama: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”(Gálatas 5:24).
La carne no es su identidad porque ha sido crucificada con Cristo en la cruz. Es usted una nueva creación en Jesús; lo viejo ha pasado y todo ha sido hecho nuevo (2 Corintios 5:17).Siempre que los viejos deseos y pensamientos intenten colarse en su conciencia, no los entretenga. Mire a Jesús y vea todas esas cosas crucificadas en la cruz. Reciba de nuevo el regalo de la no condenación.
Contemple al Cordero de Dios
Le aliento a comenzar cada nuevo día con este pensamiento: “Dios me ama y entregó a su único Hijo por mí. Jesús está a mi lado hoy. Soy salvo, sanado, favorecido y aceptado en Cristo el Amado”.Comience su día ocupando su mente en Jesús. Repita para si mismo una y otra vez durante un periodo de tiempo, incluso antes de levantarse de su cama: “Soy la justicia de Dios en Cristo”. Algunas mañanas repita todas las veces que pueda.
Puedo decirle por experiencia de primera mano, que cuando usted ocupa su mente en Jesús, ¡toda lucha, temor y atadura en los que esté enredado perderá su poder sobre usted!
Hay una hermosa imagen de Jesús escondida en el Antiguo Testamento. Dios sabía que bajo el antiguo pacto de la ley era imposible para los hijos de Israel ser perfeccionados por la ley. Por tanto, proporcionó una salida. Dios les dijo que, si pecaban, deberían llevar un cordero que no tuviera mancha ni defecto al sacerdote. Ahora bien, cuando una persona que ha pecado lleva un cordero al sacerdote, el sacerdote no examina a la persona para ver si es perfecta (sin pecado); el sacerdote ya sabe que esa persona está allí porque ha pecado; por tanto, el sacerdote examina el cordero.
Si el cordero no tiene defecto, es perfecto, la persona que ha pecado pone sus manos sobre el cordero en un acto de transferencia de sus pecados al animal inocente. Al mismo tiempo, la inocencia y la perfección del cordero son transferidos a la persona. Entonces el animal es sacrificado, y la persona se va con su conciencia limpia y su deuda de pecado perdonada. Camina bajo un cielo abierto del favor y la bendición de Dios.
¿Puede ver a Jesús en esta práctica del Antiguo Testamento que Dios instituyó bajo la ley? El cordero sin tacha, perfecto, es una imagen del perfecto Cordero de Dios, Jesucristo mismo, que quita los pecados del mundo. El sacerdote es una imagen de Dios. Él no le examina a usted buscando sus pecados; en cambio, examina a Jesús, y debido a que Jesús es gloriosamente perfecto, usted puede vivir hoy con su conciencia limpia y su deuda de pecado perdonada.
Puede caminar bajo un cielo abierto y esperar el favor y las bendiciones de Dios en su vida. Qué hermosa imagen de la abundante y extravagante gracia de Dios.
Ahora bien, si Dios no le examina hoy, ¿Por qué sigue luchando al ocuparse en usted mismo y examinar implacablemente sus propios pensamientos, emociones, fracasos y defectos?
Créame: cuanto más se examine a usted mismo, más imperfecciones, defectos y faltas encontrará. ¡Aparte los ojos de usted mismo y detenga la introspección! Mire a Jesús, el Cordero de Dios, y vea su perfección como la perfección de usted. Vea la inocencia de Él como su inocencia, la justicia de Él como su justicia. Ocúpese en Él, y sea transformado desde dentro hacia fuera.
Preguntas para la aplicación
1. ¿Qué es lo que mas le llamo la atención?
2. ¿Hay algo nuevo que aprendió?
3. ¿De que manera le ayudo este tema?